"El Restobar Las Peñas conquista el paladar" - El Diario montañés

20.08.2022

Inaugurado a finales de abril por dos profesionales con experiencia en establecimientos con estrella - Por José Luis Pérez.

Y llegó el momento de dar un paso adelante. Eso debieron pensar hace unos meses Eduardo y Erika cuando se plantearon dejar sus respectivos trabajos en acreditados establecimientos de la región para poner en marcha un proyecto propio en el que compartir con sus clientes sus propuestas gastronómicas forjadas después de casi dos décadas de experiencia en negocios con estrellas Michelin, hoteles, posadas, restaurantes... Y así nació en Ampuero el restobar Las Peñas, junto al río, muy céntrico, con un tamaño razonable para poder, entre los dos, controlar todo lo que pase.

Ambos llevan años afincados en Ampuero, aunque han trabajado fuera. Erika, gallega de La Puebla de Caramiñal, ejerció en su última etapa como jefa de cocina de la Posada de Ojébar. Y Eduardo, natural de La Habana, procede del triestrellado Cenador de Amós, donde llegó a ser jefe de sala.

Con las ideas claras a la hora de proponer una cocina de base tradicional, con indudables toques gallegos y con algún guiño a la cocina de autor, al menos en la aplicación de técnicas actuales, y de desarrollar una atención al cliente muy profesional, esta pareja abrió Las Peñas el 26 de abril y están muy satisfechos con la buena acogida que han tenido. Y una de las claves del éxito es que tienen 'formatos' para todos los públicos, desde el que busca entre semana un cuidado menú del día, hasta quien tienen unas inquietudes más gastronómicas, a quien le ofrecen los fines de semana un menú especial, a quien quiere comer a la carta, de raciones en la zona del bar o quien desea llevarse algo para comer en casa o en el trabajo (tres tipos de bocadillos y cinco variedad de hamburguesas).

Una historia propia

«Cada familia tiene una historia. Bienvenidos a la nuestra». Así empieza la carta con la que Erika y Eduardo reciben a sus clientes en un comedor con vistas al río y a la iglesia con ocho mesas.

En la carta hay raciones como las imprescindibles croquetas, en esta ocasión de gamba al ajillo y panko, muy cremosa. Luego se probaron unas sardinas ahumadas con alga wakame sobre un pan brioche y emulsión de albahaca, muy sabrosas; unos mejillones al vapor con unas delicadas perlas (esferificaciones) de limón; una zamburiñas con su chimichurri y un aire de mar y soja que le aporta un toque salino;y las almejas «de mi abuela», una receta gallega con cebolla y vino Albariño.

El entrante fue un sorprendente pulpo presentado bajo una campana ahumada con romero y presentado sobre una crema de patata y acompañado de escamas de pimiento verde y ajada gallego. Buen plato por textura y sabor. 

Vistoso y en su punto el tataki de bonito, producto de temporada interpretado con originalidad y con esmero presentado. La guarnición del bonito se componía por una salsa teriyaki, hebras de pimiento, crujiente de patata, alga wakame y cebolla encurtida.

Y para la carne, un cochinillo confitado a baja temperatura en reducción de su propio jugo con una crema de setas y trufa y una lámina de secreto ibérico. Buena combinación, gran resultado.

Atrás quedaron para otra ocasión las patatas picantes;las rabas con ralladura de limón;los berberechos en mantequilla y miso; la ensaladilla; las gyozas kimchi;una ensalada de pollo crujiente y salsa césar;un canelón e pasta fresca y carrilleras; el arroz con zamburiñas;el huevo ecológico, patata, jamón y escamas de pimiento verde;la lubina, holandesa y codium;el bacalao, piperrada y samosas; el codillo, hojaldre y patatao la chuleta de vaca. Buen equilibrio de propuestas a lo que se puede sumar algún plato de temporada como sugerencia.

En postres, brillantes la tarta de queso poco hecha y muy suave y el brownie con helado.